Wednesday, November 01, 2006

Salmos 15, 16 y 34

Estos salmos son adecuados:

- Contra las fiebres cerebrales
- Contra los dolores reumáticos
- Contra cualquier otra enfermedad grave.

Decirlos durante 12 días

SALMO 15

Consérvame, Señor, pues en ti tengo puestas mis esperanzas.

Dije al Señor: Eres mi Dios y no tienes ninguna necesidad de mis bienes.

Hizo brillar de forma admirable todas mis voluntades con respecto a los santos que viven sobre su tierra predilecta.

Sus enfermedades se han multiplicado, por ello se apresuran a correr hacia ti.

No me uniré más a sus asambleas sanguinarias;
mis labios no conservarán ni siquiera el recuerdo de sus nombres.

El Señor es la única parte de mi herencia y de mi cáliz:
Tú eres quien me devolverá mi herencia.

Las ligaduras han caído para mí sobre una porción elegida;
en efecto, para mí no hay nada mejor que mi herencia.

Bendigo al Señor quien me ha dado la inteligencia;
sigo bendiciéndole incluso durante la noche,
cuando mis riñones me dan saludables advertencias.

Siempre veo al Señor ante mis ojos;
está a mi derecha para que no me desmorone.

Por ello, mi corazón está en el júbilo y mi lengua llena de alegría;
aún más, mi carne está tranquila, pues espera.

No abandonarás mi alma a lugares infeirores
ni permitirás que tu santo vea la corrupción.

Me diste a conocer los caminos de la vida,
me colmarás de alegría cuando te vea;
a tu derecha están las delicias que no tienen fin.

SALMO 16

Señor, escucha mi justicia;
estate atento a mi plegria.

Presta oído a mi súplica;
mis labios no son engañosos.

De tu rostro veo surgir mi juicio:
que tus ojos consideren la justicia de mi causa.

Pusiste a prueba mi corazón y esta noche me visitaste;
me hiciste pasar por el fuego y ningun culpa fue hallada en mí.

Con el fin de que mi boca no hable según las obras de los hombres,
acepté, debido a la palabra de tus labios,
el caminar por penosísimos senderos.

Reafirma tus pasos en tus senderos para que al andar no titubee.

Yo grité hacia ti, Dios mío, para que me oyeras;
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.

Oh tú que salvas a cualquiera que deposite en ti su esperanza,
haz brillar en mí tus misericordias.

Presérvame como a la niña de tus ojos contra todos aquellos
que pretenden resistir a tu todopoderoso brazo.

Bajo la sombra de tus alas, defiéndeme contra todos los impíos
que me abrumaron con tantas aflicciones.

Mis enemigos han asediado mi alma;
han cerrado sus entrañas;
sus bocas no profieren más que palabras orgullosas.

Ahora, todavía me rodean y me derriban;
su decisión es la de mantener constantemente sus ojos bajos hacia la tierra.

Me acechan como el león dispuesto a caer sobre su presa
y como el leoncillo oculto en su escondrijo.

Levántate, Señor, previene al impío y hazlo caer;
salva mi alma y arranca tu espada de los enemigos con tu mano.

Señor, por nosotros, que estamos en minoría,
apártalos de esta tierra destrozando sus vidas;
sus vientes están hencihdos de sus tesoros.

Están saturados de hijos y abandonan sus restos a sus nietos.

Pero yo, apareceré ante ti con mi única justicia;
me saciaré con la vista de tu gloria.

SALMO 34

Juzga, Señor, a aquellos que me perjudican;
combate a los que me combaten.

Coge tus armas y tu escudo y acude en mi socorro.

Desenvaina tu espada y atraviesa a los que me persiguen;
di a mi alma: Yo soy tu salvación.

Que aquellos que atenten contra mi vida,
sean cubiertos de vergüenza y de confusión.

Que aquellos que maquinen algún mal contra mí,
sean rechazados y confundidos.

Que sean como el polvo ante la faz del viento
y que el Angel del Señor los acose.

Pues, sin ningún motivo, quiseron hacerme caer en sus trampas escondidas;
ultrajaron mi alma inútilmente.

Que una trampa desconocida les sobrevenga
y que ellos mismos sean cogidos en la trampa que habían ocultado
y caigan en sus propias redes.

Entonces, mi alma se regocijará en el Señor
y se deleitará en su Salvador.

Todos mis huesos dirán: ¿Señor, quién hay pues, parecido a tí?

A ti, que arrancas al pobre de las manos de los que son más fuertes que él,
al abandonado y al miserable de las manos de quienes lo despojan.

Injustos testigos se levantaron preguntándome lo que yo ignoraba.

Me devolvían mal por bien:
mi alma está totalmente debilitada.

Pero yo, cuando me abrumaban de males, revestí el cilicio.
Mortifiqué mi alma por el ayuno,
y mi plegaria se extendió por mi seno.

Así es como yo tenía condescendencia para con ellos como para un allegado,
como para uno de nuestros hermanos.
Así es como, lleno de tristeza y de lágrimas,
por ellos me humillaba.

Per ellos se congratularon y se unieron en contra mía:
los males se amontonaron sobre mi cabeza y yo, lo ignoraba todo.

Fueron dispersados, pero no se arrepintieron:
hacen nuevas tentativas,
mearrojan burlas e insultos
y hace rechinar sus dientes contra mí.

Señor, ¿cuándo harás descender sobre mí tu mirada?
Libera mi alma de su maldad,
salva de los leones esta alma única.

Te reconoceré públicamente en la gran Iglesia,
te alabaré ante todo el pueblo en masa.

Que aquellos que me atacan injustamente,
así como aquellos que sin motivo me odian o me hacen señas engañosas con sus ojos,
no se burlen demasiado a mi costa.

Pues parecen hablarme con un tono pacífico;
pero sus palabras están llenas de las cóleras de la tierra
y no piensan más que en inventarse mil perfidias.

Y abren sus bocas contra mí, diciendo:
Vamos, vamos, nuestros ojos lo han visto todo.

Pero tú, Señor, también ves:
no te calles, Señor, no me abandones más.

Levántate y procede a mi juicio; mi Dios y mi Maestro,
defiende mi causa.

Júzgame según tu justicia, Señor, mi Dios
y que ellos no se burlen más a mi costa.

Que en sus corazones no digan más:
Valor, adelante, almas nuestras.
Sobre todo que no digan:
Por fin lo hemos devorado.

Que se sonrojen y al mismo tiempo serán confundidos
aquellos que se regocijan de mis males.

Que sean cubiertos de vergüenza y de confusión
aquellos que hablan con orgullo contra mí.

Que aquellos que, por el contrario,
quieren que mi justicia sea reconocida,
sean llenos de gracia y de alegría
y que sin cesar digan:
Alabado sea el Señor,
que da la paz a su servidor.

Y mi lengua, empapada de tu justicia,
publicará tus alabanzas todo el día.